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Buenos Aires, una ciudad que posa sin querer (y yo no dejo de disparar)

Una mirada fotográfica a los detalles que hacen única a la capital argentina

Por: Gabo González

Buenos Aires no se deja atrapar fácilmente. No se muestra entera en una postal ni se rinde a los típicos clichés turísticos. Es una ciudad que hay que caminar, observar… y fotografiar con calma, como quien trata de descifrar un poema escrito en las paredes.

Como fotógrafo, mi relación con esta ciudad es como una especie de juego: ella lanza detalles al azar y yo intento atraparlos con mi cámara. Paredes pintadas con furia y talento, texturas que cuentan historias, balcones que parecen escenarios detenidos en el tiempo. En cada rincón, algo me dice: “¡mirá acá!”.

No estoy hablando de los lugares “de siempre” (aunque, seamos honestos, el Obelisco siempre tiene su encanto). Hablo de esa Buenos Aires que vive en los muros intervenidos, en los frentes desgastados que todavía resisten con dignidad, en una cúpula olvidada entre árboles, en una tipografía antigua que asoma tímida desde una fachada modernizada.

Caminar con una cámara por esta ciudad es como ir de cacería, pero artística: los colores, las sombras, los reflejos… todo está ahí, esperando ser encuadrado. Y lo más mágico es que cambia con la luz, con la estación, con el estado de ánimo del barrio.

Cada barrio tiene su voz y su estilo visual:

  • San Telmo murmura con aires nostálgicos y te regala texturas de adoquines, hierros forjados y graffitis poéticos.
  • Palermo grita con murales gigantes y fachadas intervenidas, como si el arte urbano fuera su forma de respirar.
  • Recoleta posa con elegancia, aunque de vez en cuando te sorprende con un grafiti bien colocado en medio de su solemnidad.
  • La Boca… bueno, La Boca es puro teatro.

Mi cámara y yo no buscamos “la foto perfecta”. Buscamos esos instantes en que la ciudad baja la guardia y se deja ver. A veces en una esquina olvidada, a veces en una sombra que cae justo donde debe. Y así, sin mucha pretensión, Buenos Aires se convierte en una galería viva.

Este blog no es una guía, es una invitación. A mirar distinto. A perderse a propósito. A dejar que las paredes hablen y que los detalles, esos que nadie ve, se conviertan en protagonistas.

Porque Buenos Aires no se recorre… se descubre. Y créanme, vale cada click.

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